Hospital Comarcal...

Si sueñas con tu prima en un ambulatorio, mirándote las anginas y poniéndote una inyección para la infección, acabas pasando la tarde-noche entre un ídem y un hospital. Y esto si que no es un sueño…
Aunque la people de la sala de espera, bien parecía sacada de una peli de Almodóvar. Una musulmana con su velo, hasta aquí casi normal, y con las cejas y el cabello que se le veía de un rubio albino, del más puro estilo sueco, digno de Martínez Soria.
Un homeless con camisa de Lacoste, el pie derecho vendado, y su inseparable carrito de la compra, diciendo a gritos que es diabético y ya se ha pinchado la insulina, que le traigan un vaso de leche con galletas, sin favor ni nada que llevo aquí muchas horas.
Dos accidentados de tráfico, de coches contrarios, la mar de pacíficos eso si. Él con corbata a rayas y camisa azul, dolor de pecho y espalda pero sereno, llamando por el móvil para decir que llegará tarde. Ella vestida de oscuro, pantalón pirata y zapatos salón. Collarín inmovilizador y ojito derecho hinchado como un huevo de codorniz. A punto de llorar cuando la ambulanciera le dijo que se recuperara pronto. Mirando al contrario sin recelo desde la otra punta de la sala.
Y los sanitarios en pleno cambio de turno, pasando sin ver no sea que les fastidien la cena.
Esta es una de esas ocasiones en las que la realidad supera con creces la ficción.